Conoce tu mente - El primer paso del camino de regreso a ti
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Conoce tu mente - El primer paso del camino de regreso a ti

José Najar

Tiempo aproximado de lectura: 11 minutos

Absolutamente todos los habitantes de este planeta tenemos exactamente el mismo anhelo en la vida. Todos tenemos ese mismo centro de gravedad al que se dirigen todas nuestras acciones: una felicidad permanente que no depende de ninguna circunstancia o condición. Todos anhelamos una paz interior profunda y vivir la plenitud del amor. La felicidad, el amor y la paz interior son estados naturales de lo que llamamos “estar despiertos” o “presencia despierta”. Todas estas cualidades tan profundamente anheladas son de hecho manifestaciones evidentes del despertar espiritual.

Nuestro anhelo compartido nos impulsa a buscar esta felicidad de diferentes formas y en distintos ámbitos: en nuestras relaciones de pareja, en un trabajo bien remunerado, en la casa soñada, en posesiones o en experiencias. Perseguimos estas cosas sin darnos cuenta de que solo nos producen una satisfacción efímera, momentos de placer.

No nos damos cuenta de que la felicidad, el amor y la paz que a veces sentimos en ciertos momentos son realmente una proyección de ese estado despierto innato en nosotros. Es nuestra verdadera naturaleza intacta que sale por un momento a la luz.

Por un momento nos permitimos ser lo que de verdad somos, sin saber que esos momentos de placer son solo sombras de la felicidad. Creemos que son los objetos o experiencias lo que nos llevan a esa felicidad permanente, pero la experiencia misma nos confirma que generan el estado contrario: insatisfacción, soledad, hastío, vacío y decepción. Esos objetos y experiencias tienen el mismo mensaje inequívoco: “¡No es eso lo que te hará feliz! ¡Lo que en realidad buscas, no te lo doy yo!”.

El mito más grande o la creencia errónea más arraigada con respecto a nuestro potencial de desarrollo es que la felicidad permanente, la paz interna y la vivencia plena del amor son inalcanzables. Creemos entonces que la naturaleza de la vida misma es el sufrimiento, la permanente insatisfacción y la callada desesperación que nos mantiene en modo automático de búsqueda sin fin. 

Tan arraigada es esta creencia que si conocemos a alguien que percibimos está despierto, es porque creemos que ya había nacido con esas “cualidades”, “dones” o incluso “personalidad”.

La realidad es que todos nacimos con ese potencial, porque nuestra auténtica naturaleza, lo que ya somos sin que hayamos hecho nada, es ser seres despiertos.

La razón por la que en general no vivimos desde esta comprensión es porque ese estado ha quedado oculto por múltiples capas construidas al desarrollar lo que nos permite interactuar, operar y conocer el mundo: la mente limitada.

Veamos por qué la mente por naturaleza es limitada y empecemos por una afirmación irrefutable:

Todo y lo único que puede ser conocido es la experiencia; y todo lo que se conoce de la experiencia es la mente.

Dicho de otra forma, lo único conocible es la experiencia porque ésta simplemente se manifiesta; y la mente se conoce de la experiencia porque la experiencia se piensa, se imagina y se capta por los sentidos: se ve, se oye, se siente, se huele y se saborea.

Es como si la experiencia nos dijera: “¡Oye tú! ¡Date cuenta de algo absolutamente obvio! Soy lo único que puedes conocer y, además, sé con qué me conoces. Me conoces con tus pensamientos y con tus sentidos. Me conoces con tu mente. No me puedes conocer con nada más”.

Mente es lo que pensamos, imaginamos, sentimos, y también mente es toda nuestra experiencia externa que percibimos a través de nuestros sentidos. Esta es solo una parte de su naturaleza ya que la otra parte es que la mente es individual; es decir hay un conjunto de pensamientos, sensaciones y percepciones distintas en cada persona. Nadie puede pensar por otro, ni sentir, ni percibir por otro.

Somos siete billones de seres humanos y hay siete billones de mundos distintos, aunque hay un solo planeta. Hay siete billones de mentes interpretando la experiencia, pero hay una sola experiencia.

La mente que cree, la mente que interpreta es el medio por el cual todo es conocido o experimentado y, por lo tanto, sus límites son impuestos a todo lo conocido o experimentado, y en esa medida, la realidad de lo que somos queda reducida a una simple idea.

La mente es limitada porque percibe al mundo, a la experiencia y a la realidad fuera de sí misma y desde esta percepción de separación, juzga, critica, argumenta, interpreta, rechaza o arrebata. Además, la mente es limitada por los patrones de conducta y las creencias aprendidas a temprana edad que tienen como propósito principal, como se mencionó anteriormente, el satisfacer la permanente sensación de carencia y de insatisfacción.

A pesar de estas limitaciones, lo conocible, la experiencia, la realidad, permanece intacta, inmutable, sin cambio, aunque sus contenidos cambien momento a momento.

Te invito entonces a hacerte las siguientes preguntas: 

¿De qué está hecha entonces la realidad? ¿Qué es realmente la realidad? Si soy parte de esa realidad como mente y cuerpo, entonces ¿quién soy realmente?

Si la respuesta a esta pregunta no debo pensarla para no limitarla, ¿qué debo hacer entonces? ¿Qué necesito hacer para ir más allá de mi mente? ¿Hay algo más allá de mi mente?

No es necesario responder. En lugar de aprender, recuerda. Ese es el primer paso en el único camino que hay: el camino de regreso a ti.

La guía para dar el primer paso es este: conoce primero tu mente.

Te invito a dar este primer paso el miércoles 17 en nuestro Círculo de conocimiento, un espacio gratuito que llevamos a cabo a las 19:00 (hora Colombia) a través de Zoom.

Zoom: https://us02web.zoom.us/j/5681450022

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